martes, 16 de diciembre de 2008

Federico García Lorca


Federico García Lorca, uno de los poetas más insignes de nuestra época, nació en Fuente Vaqueros, un pueblo andaluz de la vega granadina, el 5 de junio de 1898—el año en que España perdió sus colonias. Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela, y su padre, Federico García Rodríguez, poseía terrenos en la vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco. En 1909, cuando Federico tenía once años, toda la familia—sus padres, su hermano Francisco, él mismo, sus hermanas Conchita e Isabel—se estableció en la ciudad de Granada, aunque seguiría pasando los veranos en el campo, en Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran parte de su obra.

Más tarde, aun después de haber viajado mucho y haber vivido durante largos períodos en Madrid, Federico recordaría cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la vega: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre.”

En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural española. Una de las peculiaridades de su obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística.

El traslado de la familia del campo a la ciudad afectó profundamente a Federico. En 1916 o 1917, cuando empezaba a interesarse por la literatura, redactó un largo ensayo autobiográfico en el que evocaba Fuente Vaqueros, “aquel pueblecito muy callado y oloroso” de la vega de Granada. “El pueblo está rodeado de chopos que se ríen, cantan y son palacios de pájaros y de sus sauces y zarzales que en el verano dan frutos dulces y peligrosos de coger. Al aproximarse hay gran olor de hinojos y apio silvestre que vive en las acequias besando al agua. En verano el olor es de paja que en las noches, con la luna, las estrellas, y los rosales en flor, forma una esencia divina que hace pensar en el espíritu que la formó”.

En estas páginas autobiográficas intentó captar sus experiencias en la escuela, los juegos con los amigos, el ambiente de su casa y su asombro ante las desigualdades sociales; como recordó en una entrevista: “Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón”. Como resultado de su nueva vida en Granada experimentó una sensación de ruptura con aquel pasado en el campo y, desde el umbral de la adolescencia, exclamó: “Hoy de niño campesino me he convertido en señorito de ciudad [...] Los niños de mi escuela son hoy trabajadores del campo y cuando me ven casi no se atreven a tocarme con sus manazas sucias y de piedra por el trabajo. ¿Por qué no corréis a estrechar mi mano con fuerza? ¿Creéis que la ciudad me ha cambiado? No... Vuestras manos son más sanas que las mías. Vuestros corazones son más puros que el mío. Vuestras almas de sufrimiento y de trabajo son más altas que mi alma. Yo soy el que debiera estar cohibido ante vuestra grandeza y humildad. Estrechad, estrechad mi mano pecadora para que se santifique entre las vuestras de trabajo y castidad”.

El éxito crítico de Canciones (1927) y el éxito popular de Primer romancero gitano, publicado en julio de 1928, dejó descontento a Federico García Lorca, que, en cartas a sus amigos en el verano de 1928, confesaba estar atravesando una gran crisis sentimental, “una de las crisis más hondas de mi vida”. [Cartas a Sebastià Gasch y a José Antonio Rubio Sacristán, agosto de 1928]. “Estoy convaleciente de una gran batalla y necesito poner en orden mi corazón. Ahora sólo siento una grandísima inquietud. Es una inquietud de vivir, que parece que mañana me van a quitar la vida” [A Rafael Martínez Nadal, agosto de 1928].

Esta crisis debió de agravarse en septiembre, cuando el poeta recibió en Granada una durísima carta de Dalí sobre el Romancero gitano, en la que argüía el pintor catalán que gran parte de la obra estaba “ligada en absoluto a las normas de la poesía antigua, incapaz de emocionarnos”, y que el libro pecaba de “costumbrismo” y “moviéndose dentro de la ilustración y de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas”.

La crisis de García Lorca había sido provocada por varias circunstancias vitales. Por una parte, con el éxito popular del Romancero surgió la imagen pública –que pervive todavía en algunas partes– de un Lorca costumbrista, cantor de los gitanos, ligado temáticamente al folclore andaluz. El mismo poeta se había quejado de esa imagen antes de que saliera el Romancero, e incluso antes de la publicación de Canciones, en una carta a Jorge Guillén de principios de enero de 1927: “Me va molestando un poco mi mito de gitanería. Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos. Además, el gitanismo me da un tono de incultura, de falta de educación y de poeta salvaje que tú sabes bien no soy. No quiero que me encasillen. Siento que me va echando cadenas”.

Por otra parte, mientras Dalí y Luis Buñuel criticaban duramente su obra, Lorca se separó de Emilio Aladrén, un joven escultor con el que había mantenido una fuerte relación afectiva.

A pesar de sus preocupaciones y de un “horrible verano de sentimientos”, el poeta no dejó de trabajar intensamente, y se entregó a proyectos nuevos muy distintos al Romancero. En Granada se rodeaba de un grupo de amigos jóvenes y editó los dos únicos números de la citada revista Gallo. Envió al crítico de arte Sebastià Gasch algunos de sus mejores dibujos y dos poemas en prosa ―“Nadadora sumergida...” y “Suicidio en Alejandría”— que respondían a su “nueva manera espiritualista: emoción pura descarnada, desligada del control lógico”. Exploró en una de sus mejores conferencias el mundo de las nanas infantiles, y explicó su nueva teoría de la “evasión” poética. Durante el invierno de 1928 se propuso estrenar su “aleluya erótica” Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, intento frustrado por los censores del régimen de Primo de Rivera.

Aun en medio de estos proyectos, debió de quedar claro para Lorca que necesitaba desvincularse durante cierto tiempo del ambiente andaluz y de su círculo madrileño de amigos. En la primavera de 1929, Fernando de los Ríos, antiguo maestro de Federico y amigo de su familia, propuso que el joven poeta le acompañara a Nueva York, donde tendría la oportunidad de aprender inglés, de vivir por primera vez en el extranjero y, quizás, de renovar su obra. Se embarcaron en el Olympic –buque hermano del Titanic– y arribaron el 26 de junio.

La estancia en Nueva York fue, en palabras del propio poeta, “una de las experiencias más útiles de mi vida”. Los nueve meses que pasó ―entre junio de 1929 y marzo de 1930— en Nueva York y Vermont y luego en Cuba hasta junio de ese año cambiaron su visión de sí mismo y de su arte.

Fue ésta su primera visita al extranjero; su primer encuentro con la diversidad religiosa y racial; su primer contacto con las grandes masas urbanas y con un mundo mecanizado. Casi podría decirse que su viaje a Nueva York representó su descubrimiento de la modernidad. Allí exploró el teatro en lengua inglesa, paseó por el barrio de Harlem con la novelista negra Nella Larsen, escuchó jazz y blues, conoció el cine sonoro, leyó a Walt Whitman y a T. S. Eliot, y se dedicó a escribir uno de sus libros más importantes, el que se publicó, cuatro años después de su muerte, con el título de Poeta en Nueva York.

Pocos críticos y biógrafos han escrito sobre la vida de Lorca en Nueva York sin insistir en que allí se sintió deprimido y aislado. Tal es, desde luego, el sentimiento que desprenden sus poemas. Pero existe también una serie de cartas encantadoras a su familia donde presentaba una imagen muy diferente. Estas cartas, con su visión más risueña de la “ciudad más atrevida y más moderna del mundo”, hacen imposible una lectura autobiográfica de Poeta en Nueva York y nos recuerdan que uno de los logros más admirables de esta obra consiste en la creación de un protagonista trágico, la “voz” de los poemas, que tiene propiedades, como dijo un crítico, de “Prometeo, profeta y sacerdote”. Sin duda, ese protagonista se relaciona con la “persona” creada por Walt Whitman, a quien dedicó Lorca una “Oda” en su libro.

Una tercera visión de la ciudad ―aparte de la epistolar y la poética— la ofreció Lorca al volver a España, en una conferencia-recital titulada “Un poeta en Nueva York”.

Del conjunto de estos tres textos —conferencia, cartas, y, sobre todo, el libro de poemas— surge una visión penetrante y memorable no sólo de la civilización norteamericana, sino de la soledad y la angustia del hombre moderno.

Cuando Federico García Lorca volvió de Buenos Aires, en abril de 1934, contaba 36 años y le quedaban poco más de dos de vida. Vivió ese tiempo de manera intensísima: terminó nuevas obras (Yerma, Doña Rosita la Soltera, La casa de Bernarda Alba y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías); revisó libros ya escritos (Poeta en Nueva York, Diván del Tamarit y Suites); hizo una larga visita a Barcelona para dirigir sus obras, leer sus poemas y dar alguna conferencia, y meditó con ilusión sobre proyectos futuros, que iban desde una versión musicalizada de sus Títeres de Cachiporra a dramas sobre temas sexuales, sociales y religiosos.

Entre 1934 y 1936 dirigió sus esfuerzos, en gran medida, a la renovación del teatro español, con su propia obra y a través de La Barraca y de la organización de clubes teatrales —como el Anfistora, fundado por Pura Maortua de Ucelay— y agrupaciones que debían estrenar obras, clásicas o modernas, que hubieran sido ignoradas por el teatro comercial. Con gran vehemencia reclamó una “vuelta a la tragedia” y al teatro de contenidos sociales candentes.

En sus entrevistas y declaraciones de 1934 a 1936, insistió Lorca, más que nunca, en la responsabilidad social del artista, especialmente en la del dramaturgo, pues éste podía “poner en evidencia morales viejas o equivocadas”. Se entregó, como siempre, a la creación poética, pero su poesía “se levanta de la página” y, desde el escenario, llega a un público más amplio. En una velada en el Teatro Español, en que Margarita Xirgu ofreció a los actores de Madrid una representación especial de Yerma, salió al escenario Federico para defender su visión del teatro de “acción social”: “Yo no hablo esta noche como autor ni como poeta, ni como estudiante sencillo del rico panorama de la vida del hombre, sino como ardiente apasionado del teatro y de su acción social. El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar a una nación entera. El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equivocadas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y el sentimiento del hombre”.

Mientras pronunciaba Federico estas palabras, Yerma era atacada por la prensa de derechas como obra “inmoral” y “pornográfica”. No se apocó Lorca. Insistió en la autoridad oral y estética que debían compartir el dramaturgo y los actores y esperaba “luchar para seguir conservando la independencia que me salva... Para calumnias, horrores y sambenitos que empiecen a colgar sobre mi cuerpo, tengo una lluvia de risas de campesino para mi uso particular”.

El ambiente de Madrid, en estos dos años, se había vuelto cada vez más intolerante y violento: España parecía irremediablemente abocada a una guerra civil.

En mayo de 1936 un periódico madrileño publicaba una brevísima nota sobre los proyectos de Federico García Lorca. El poeta estaba a punto de cumplir 38 años. Casi había terminado su “drama de la sexualidad andaluza”, La casa de Bernarda Alba. Llevaba “muy adelantada” una comedia sobre temas políticos –la llamada Comedia sin título o El sueño de la vida– y estaba trabajando en una obra nueva titulada Los sueños de mi prima Aurelia, elegía de su niñez en la vega de Granada. Planeaba otro viaje a América, esta vez a México, donde esperaba reunirse con Margarita Xirgu. Estaba, pues, rebosante de proyectos, con la sensación de que en el teatro no era más que un “novel”: “Yo no he alcanzado un plano de madurez aún... Me considero todavía un auténtico novel. Estoy aprendiendo a manejarme en mi oficio… Hay que ascender por peldaños... Lo contrario es pedir a mi naturaleza y a mi desarrollo espiritual y mental lo que ningún autor da hasta mucho más tarde... Mi obra apenas está comenzada”.

La situación política en Madrid, y en toda España, se había vuelto insostenible. Se hablaba de la posibilidad de un golpe miliar y en las calles de la capital se vivieron numerosos actos de violencia, desde la quema de iglesias hasta los asesinatos políticos.

Aunque Federico García Lorca detestaba la política partidaria y resistió la presión de sus amigos para que se hiciera miembro del Partido Comunista, era conocido como liberal y sufrió con frecuencia las arremetidas de los conservadores por su amistad con Margarita Xirgu o con el ministro socialista Fernando de los Ríos. La popularidad de Lorca y sus numerosas declaraciones a la prensa sobre la injusticia social, le convirtieron en un personaje antipático e incómodo para la derecha: “El mundo está detenido ante el hambre que asola a los pueblos. Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico dice: ‘¡Oh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted el lirio que florece en la orilla’. Y el pobre reza: ‘Tengo hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre’. Natural. El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la gran revolución. ¿Verdad que te estoy hablando en socialista puro?” [Entrevista en La Voz, Madrid, 7 de abril de 1936].

Intuyendo que el país estaba al borde de la guerra, Lorca decidió marcharse a Granada para reunirse con su familia. El día 14 de julio llegó a la Huerta de San Vicente y cuatro días más tarde celebró con ellos la festividad de San Federico.

El 17 de julio estalló en Marruecos la sublevación militar contra la República, y desde Canarias, Francisco Franco proclamó el Alzamiento Nacional. Para el día 20, el centro de Granada estaba en manos de las fuerzas falangistas. Durante la revuelta, el cuñado de Federico, Manuel Fernández-Montesinos, marido de su hermana Concha y alcalde de la ciudad, fue arrestado en su despacho del Ayuntamiento; al cabo de un mes fue fusilado a mano de los rebeldes.

Dándose cuenta de que sería peligroso quedarse en la Huerta de San Vicente, Federico sopesó, con su familia, varias alternativas: intentar llegar a la zona republicana; instalarse en casa de su amigo Manuel de Falla, cuyo renombre internacional parecía ofrecerle protección, o alojarse en casa de la familia Rosales, en el centro de la ciudad. Esta última opción fue la que escogió Lorca, pues tenía una relación de confianza con dos de los hermanos del poeta Luis Rosales, que eran destacados falangistas.

La tarde del 16 de agosto de 1936, Lorca fue detenido en casa de los Rosales por Ramón Ruiz Alonso, un ex diputado de la CEDA, derechista fanático, que sentía un profundo odio por Fernando de los Ríos y por el poeta mismo. Según Ian Gibson, biógrafo de Federico, se sabe que esta detención “fue una operación de envergadura. Se rodeó de guardias y policías la manzana donde estaba ubicada la casa de los Rosales, y hasta se apostaron hombres armados en los tejados colindantes para impedir que por aquella vía tan inverosímil pudiera escaparse la víctima [Federico García Lorca, vol. II, p. 469]

Lorca fue trasladado al Gobierno Civil de Granada, donde quedó bajo la custodia del gobernador, el comandante José Valdés Guzmán. Entre los cargos contra el poeta –según una supuesta denuncia, hoy perdida y firmada por Ruiz Alonso– figuraban el “ser espía de los rusos, estar en contacto con éstos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual [Federico García Lorca, vol. II, p. 476]. Fueron infructuosos los varios intentos de salvar al poeta por parte de los Rosales y, más tarde, por Manuel de Falla. Según Gibson, “hay indicios de que, antes de dar la orden de matar a Lorca, Valdés se puso en contacto con el general Queipo de Llano, jefe supremo de los sublevados de Andalucía”.

Sea como fuere, el poeta fue llevado al pueblo de Víznar junto con otros detenidos. Después de pasar la noche en una cárcel improvisada, lo trasladaron en un camión hasta un lugar en la carretera entre Víznar y Alfacar, donde lo fusilaron antes del amanecer.

Aunque no se ha podido fijar con certeza la fecha de su muerte, Gibson supone que ocurrió en la madrugada del 18 de agosto de 1936. En documentos oficiales expedidos en Granada puede leerse que Federico García Lorca “falleció en el mes de agosto de 1936 a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra”


Federico García Lorca

viernes, 21 de noviembre de 2008

Karl Heinrich Marx


1. Su vida:

Carlos Marx nació en Trier, Alemania, el 5 de mayo de 1818. Su padre fue un abogado judío convertido en protestante. En 1835 comenzó sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de Bonn, y en 1836 los continuó en Berlín, donde se doctoro en 1841. Paralelamente estudio filosofía e historia y tomo contacto con los helegianos de izquierda, dedicándose a fondo a la comprensión del sistema filosófico de Hegel, que ejercía en él una gran influencia. Desde 1841 hasta 1843 colaboro como periodista y jefe de redacción del diario liberal Rhenische Zeitun. Pero por la tendencia democrática revolucionaria del periódico fue censurado varias veces, hasta suprimirlo. En esa época conoce a Feuberbach, helegiano de izquierda que evolucionó hacia el materialismo, otra de sus importantes influencias. También en esos años se familiariza con los escritos de Proudhon, Fourier y Leroux, a quienes luego denominarían socialistas utópicos. En 1844 se traslada a París, en Francia conoce a los socialistas revolucionarios, y se interioriza de los escritos de Saint Simon, quien también ejerce una gran influencia en Marx. En ese año, conoce a Federico Engels, con quien Marx compartió la elaboración de su pensamiento y quien además de ser un importante colaborador, se convierte en fundamental complemento hasta el punto de que muchos de los elementos del sistema marxista se deben a su inspiración. En 1845, Marx escribió con Engels "La Sagrada Familia", obra dirigida contra los hermanos Bauer, helegianos de izquierda y en ese mismo año también redactan la Ideología Alemana, obra que contiene los primeros esbozos del materialismo histórico. En 1845 Marx es expulsado de París y se traslada a Bruselas. En 1847 escribe "Miseria de la Filosofía". También en ese año funda la liga de los Comunistas de Londres y escribe a petición de ella junto con Engels "El Manifiesto Comunista" que sintetiza los principios marxistas. En los años revolucionarios Marx dirigió en Colonia el diario "New Rheinische Zeitung", que fue clausurado al poco tiempo, y después del fracaso de la revolución de 1848, se dirijo a París, en donde fue expulsado por la manifestación del 13 de junio de 1849, entonces marcho a Londres donde paso el resto de su vida.

En Inglaterra alternó su tiempo entre los estudios que fueron base de su obra cumbre "El capital", las actividades revolucionarias, otros escritos y trabajo como corresponsal del New York Tribune. Marx, además estudia en profundidad los clásicos de la economía del período anterior (Quesnay, Smith, David Ricardo), estos son los años de elaboración del Capital, cuyo primer tomo le demando casi dos décadas de trabajo.

En 1859, publico su "Critica de la Economía Política", y más tarde en 1864 fundo la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como la I Internacional, Marx fue el alma de esta organización. Unificando el movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una actuación conjunta a las diversas formas del socialismo no proletario premarxista, a la par que combatía las teorías de todas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países. Pero ya no podía existir mas en Europa, entonces Marx consiguió que se trasladase a Nueva York. La I Internacional había cumplido su misión y dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento había de desplegarse en extensión, con la creación de partidos obreros socialistas dentro de cada Estado nacional.

En 1867 se publica el primer tomo de "el capital", los otros fueron publicados por Engels después de la muerte de Marx que fue el 14 de marzo de 1883.

En conclusión, su vida fue una constante emigración, Berlín-Paris-Bruselas-Colonia-Londres, en este breve resumen biográfico hemos señalado las principales influencias del pensamiento marxista. En primer lugar los helegianos de izquierda, de quienes Marx tomo la dialéctica como método. Feuerbach, que determinó su acercamiento al materialismo. Los socialistas utópicos y especialmente Saint Simon, quienes contribuyeron a su concepto de socialización y los economistas clásicos que permitieron a Marx una comprensión de la economía política, y del funcionamiento de las relaciones de producción de la época, uno de ellos David Ricardo quien formuló la teoría del valor.

2. Las condiciones económicas en la época de Marx

En 1789 la revolución francesa determinó el ascenso de la burguesía liberal al poder, culminando un proceso de lucha entre esta y el sistema feudal. Unos años antes se había iniciado la revolución industrial en Inglaterra, cuyas consecuencias transformaron los modos de producción, facilitando el avance de la burguesía, que había acumulado importantes riquezas durante la época mercantilista anterior. En Francia se produce una transformación política impulsada por la burguesía. Es así que la burguesía propietaria de las industrias inicio una rápida expansión creando nuevas fabricas que ocuparon a la población campesina que había abandonado los campos. Esta situación dio a lugar a la formación de un proletariado urbano, que fue creciendo a medida que se incrementaba la producción y cuyas condiciones de trabajo estaban sujetas a la ley de la oferta y demanda, a la vez que no había leyes sociales y sindicatos organizados suficientemente para proteger los derechos obreros. El resultado de esta situación eran míseros salarios, que en muchos casos no cubrían las necesidades de la simple subsistencia. Mientras mas adelantos técnicos se introducían en la producción menos obreros se necesitaba y mas miseria había.

Esta situación llevo a Marx a determinar la existencia de 2 clases básicas y contrapuestas en la sociedad; la burguesía propietaria de los medios de producción y el proletariado que solo poseía su fuerza como herramienta de trabajo. Marx llego a 3 conclusiones fundamentales:

  • La relación entre el trabajo y el valor de cambio de los bienes que se producen y consumen en la sociedad cosa que lo lleva a formular su teoría del valor-trabajo.
  • El concepto de plusvalía que surgen de la relación del salario que se paga al obrero y el valor trabajo por este efectuado
  • La lucha de clases que se produce en el seno de una sociedad determinada por las relaciones de producción.

3. Sus conceptos Básicos

  • Método dialéctico:

La base de la dialéctica marxista es la helegiana. El método dialéctico de Hegel consiste en que cada manifestación del Espíritu engendra su propia contradicción, que implica una negación de lo afirmado. La manifestación del espíritu es la tesis, esta tesis tiene una contradicción y entonces se produce una antitesis, ahora bien, tanto la tesis como la antitesis se perfeccionan en una síntesis en la que queda absorbido lo afirmado (t) y lo negado (a) convirtiéndose en una nueva afirmación o tesis que inicia un nuevo procesos anterior, hasta llegar a la idea absoluta que es el máximo en perfección. En su filosofía de la historia Hegel parte de los pueblos orientales que se desenvuelven dialécticamente hasta llegar al Estado Ideal.

Carlos Marx criticó el sentido ideal de la dialéctica de Hegel, en la que dice que está totalmente desconectado de la realidad. Marx parte de una concepción materialista. Son las relaciones de producción y de cambio, es decir, las relaciones económicas, las que determinan dialécticamente el curso de la historia, o sea cambio el desarrollo de la idea o espíritu por el del mundo materialista y económico.

Marx termina diciendo que no es la conciencia de los seres humanos lo que determina a su ser, sino el ser social lo que determina su conciencia.

El método dialéctico lo llevo a sostener que el capitalismo industrial (afirmación o tesis) engendra al proletariado (negación) y ambas contradicciones son superadas en la sociedad sin clases. Además, Marx definió al hombre en relación con su dimensión productiva y económica y encontró en la creación del estado, la propiedad y el capital el origen de toda la enajenación humana.

  • Materialismo histórico:

El marxismo sostiene que la historia es consecuencia del desarrollo dialéctico de la infraestructura económico-social, causa de los hechos y motor de la evolución de la humanidad. Las relaciones económicas dan origen a las clases sociales y a la infraestructura que determina la formación de una superestructura, integrada por la ética, la cultura, la religión y el ordenamiento jurídico. Esto es así porque según Marx, la ideología de una época es la de la clase dominante. De esta manera, la burguesía al apoderarse del poder, desde su condición de propietaria de los medios de producción (infraestructura) crea un sentido de la ética, una cultura y un ordenamiento jurídico (superestructura) que forman una conciencia favorable al sistema.

En el curso de su desarrollo, las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, y esas relaciones se convierten en trabas de las relaciones productivas. Se abre entonces una era de revolución social, que afecta a la estructura ideológica, de forma que los hombres adquieren conciencia del conflicto. Históricamente, las relaciones capitalistas de producción serían la última forma antagónica del proceso histórico. El modo de producción del capitalismo industrial conducirá a la superación de la propiedad privada, no sólo por la rebelión de los oprimidos sino por la propia evolución del capitalismo, en el que la progresiva acumulación del capital determinaría la necesidad de nuevas relaciones de producción basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción. Superada la propiedad privada, el hombre vencería la enajenación económica y a continuación, todas las demás.

La sociedad sin clases alcanzada mediante la praxis (práctica) revolucionaria, sería la síntesis del proceso histórico.

  • Propiedad privada:

El marxismo habla de abolir la propiedad de los medios de producción en cuanto ello esta realizada por el trabajo social, y no puede pertenecer a nadie privadamente, ya que tal situación configura un poder en manos de un sector que determina la explotación de otro. Para el marxismo el capital no es una fuerza personal, sino una fuerza social, que se obtiene por medio del trabajo colectivo. Además sostiene que la propiedad de los medios de producción debe ser abolida porque institucionaliza la explotación del hombre por el hombre.

  • Valor-Trabajo

Para el marxismo, el valor está determinado por el trabajo que los bienes contienen, y este se mide por el tiempo necesario para producirlo. Según él, sólo el trabajo es lo que posibilita que un bien tenga valor. Con esto quiere decir que hay bienes con un gran valor y cuya obtención ha costado poco trabajo. En conclusión a mayor tiempo de trabajo corresponde mayor valor e inversamente a menor tiempo menos valor. Por eso, una máquina que tiene una gran productividad, proporcionará artículos más baratos, mientras que si el mismo producto es hecho a mano, costará mas caro.

  • Plusvalía

Al alcanzar la producción de mercancías un determinado grado de desarrollo, el dinero se convierte en capital. La fórmula de la circulación de mercancías era: M (mercancía)-

D (dinero) – M (mercancía), es decir, venta de una mercancía para comprar otra. La fórmula general del capital es, por el contrario, D – M – D, es decir, compra para la venta (con ganancia). El crecimiento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación es lo que Marx llama plusvalía. Ese "acrecentamiento" del dinero lanzado a la circulación capitalista es un hecho conocido de todo el mundo y es lo que convierte el dinero en capital, en una relación social de producción determinada. La plusvalía no puede provenir de la circulación de mercancías, pues, ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes; tampoco puede provenir de un aumento de los precios, pues las pérdidas y las recíprocas de vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de un fenómeno social medio, generalizado, y no de un fenómeno individual. Para obtener la plusvalía, "el poseedor de dinero necesitan encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la singular propiedad de ser fuente de valor, una mercancía cuyo proceso de consumo sea, a la par, proceso de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza del trabajo del hombre. Su uso es el trabajo, y el trabajo crea el valor. El poseedor de dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez comprado la fuerza de trabajo, el poseedor de dinero tiene el derecho de consumirla, es decir, de obligarla a trabajarla durante un día entero, supongamos que durante doce horas. Pero el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto que basta para su mantenimiento, durante las seis horas restante (tiempo de trabajo "suplementario") engendra un "plusproducto" no retribuido por el capitalista, que es la plusvalía. Desde el punto de vista del proceso de producción, en el capital hay que distinguir dos partes: el capital constante, invertido en medios de producción (máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) - y cuyo valor pasa sin cambios (de una vez o en partes) al producto elaborado -, y el capital variable, que es el que se invierte en pagar la fuerza de trabajo. El valor de este capital no permanece inalterable, sino que aumenta en el proceso del trabajo al crear la plusvalía. Para expresar el grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital, tenemos que comparar la plusvalía no con el capital total, sino con el capital variable.

  • El concepto Marxista del Estado:

Marx dice, que las ideas de una época son las de la clase dominante. En consecuencia el Estado burgués tiene la tarea de asegurar, no solo, las relaciones de producción y la propiedad privada de sus instrumentos, sino la de desarrollar la cultura y educación burguesa. ¿Y que es el gobierno? Para Marx "...El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la burguesía..." "...El Estado no tendrá razón de existir cuando se hayan suprimido las clases sociales..."

  • La lucha de clases

Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de los otros, que la vida social está llena de contrad.icciones, que la historia nos muestra la lucha entre pueblos y sociedades y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de períodos de revolución y reacción, de paz, y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo da el hilo conductor que permite descubrir la lógica en este aparente laberinto y caos: la teoría de las luchas de clases. Sólo el estudio del conjunto de aspiraciones de todos los miembros de una sociedad dada, o de un grupo de sociedades, permite fijar con precisión científica el resultado de estas aspiraciones.

El origen de esas aspiraciones contradictorias son siempre las diferencias de situación y condiciones de vida de las clases en que se divide toda sociedad. La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días - escribe Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia de la comunidad primitiva)- es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o del hundimiento de las clases beligerantes... La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clases. Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. Desde la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone de manifiesto en distintos países con particular evidencia la verdadera causa de los acontecimientos, la lucha de clases. Ya la época de la restauración dio a conocer en Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet, Thiers) que, al sintetizar los acontecimientos, no pudieron por menos de ver en la lucha de clases la clave para la compresión de toda la historia francesa. Y la época contemporánea, la época que señala el triunfo completo de la burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando no es universal), de la prensa diaria barata y que llega a las masas, etc., la época de las potentes asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas, etc., muestra de un modo todavía más patente (aunque a veces en forma unilateral, "pacífica", "constitucional") que la lucha de clases es el motor de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos muestra lo que Marx exigía de la sociología para el análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad moderna, en relación con el análisis de las condiciones de desarrollo de cada clase: De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, solo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias – el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino -, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia.

Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado. En bastantes obras históricas, Marx nos ofrece ejemplos profundos y brillantes de historiografía materialista, de análisis de la situación de cada clase concreta y a veces de los diversos grupos o capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando hasta la evidencia por qué y cómo "toda lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos de citar indica lo intrincada que es la red de relaciones sociales y grados transitorios de una clase a otra, del pasado al provenir, que Marx analiza para extraer la resultante de la evolución histórica.

El proletariado como clase revolucionaria

El capitalismo convierte en proletariado a más de la mitad de los individuos de un país, por eso esta clase social al no querer perecer o morir está obligada a hacer una revolución: toma en sus manos el poder (dictadura del proletariado), y convierte los medios de producción en propiedad del Estado. Así acaba con todas las diferencias entre clases el, y de esta forma se llegará al verdadero comunismo.

4. Las obras cumbres de Carlos Marx

El Manifiesto Comunista: Marx se basa en el trabajo preparado por Engels y representaba la primera sistematización de la doctrina del socialismo moderno. Las proposiciones centrales del Manifiesto, constituyen la concepción del materialismo histórico. Marx concluyó en el Manifiesto que la clase capitalista sería derrocada y suprimida por una revolución mundial de la clase obrera que culminaría con el establecimiento de una sociedad sin clases. Esta obra ejerció una gran influencia en la literatura comunista posterior y en el pensamiento revolucionario en general.

El capital: Realizada en 1867, fue un análisis histórico y detallado de la economía del sistema capitalista, en que desarrollo la teoría de la plusvalía.

Crítica de la economía política: Basado en el concepto del Materialismo histórico.

Difusión del Marxismo

Esta difusión se dio entre el proletariado y pensadores europeos, y llegó a ser identificado con el socialismo y el movimiento obrero. Se crearon Partido Socialista Obrero Español (PSOE), obreo francés, social demócrata alemán y social demócrata ruso. El primer partido que llego al poder lo hizo en Rusia.

La I Internacional

Se fundó por un proceso objetivo: la necesidad de agrupar sindical y políticamente a los obreros de los países europeos, contra la explotación capitalista. Reunía sindicatos y organizaciones políticas y agrupaba prácticamente a todo el movimiento obrero. El proceso de diferenciación interna, entre sectores que tenían programas y prácticas opuestas, y la terrible derrota histórica que sufrió el movimiento con el fin de la Comuna de Paris, llevó a la desaparición de la I Internacional.

La II Internacional

También surgió a través de un proceso objetivo: el crecimiento espectacular de la clase obrera, producto del boom del desarrollo capitalista en el último cuarto del siglo pasado. Surgen partidos socialistas de masas en toda Europa. Otro hecho objetivo vino a destruir la II Internacional: la guerra mundial de 1814 que llevó a cada partido socialista a defender a su burguesía en la guerra y, por lo tanto, a llamar a matar a los trabajadores de los otros países, inclusive de su propio partido "hermano". Fue por tanto un hecho objetivo, la guerra, además de la aristocracia obrera y el oportunismo, lo que destruyó a la II Internacional.

La III Internacional

Surge de este hecho histórico y reunió a aquellos que se resistían a abandonar la lucha de clases, el internacionalismo y el marxismo. Se destruyó (fue disuelta) por el stalinismo que fue otro proceso objetivo.

La IV Internacional

Fue fundada con un programa, una teoría y una política, para enfrentar a la degeneración del primer Estado obrero revolucionario. Surgió para dirigir la revolución socialista mundial y para salvar los principios del marxismo: el internacionalismo, la independencia de clase, la democracia obrera, la defensa de la moral proletaria y la principal herencia del marxismo que es la existencia de una Internacional. Pero fallo.

5. Marxismo – Leninismo

Se considera al marxismo como una teoría cuya iniciación se debe a Carlos Marx. La mayoría de los opositores de esta corriente tienden a formar un cuerpo doctrinario conocido como Marxismo – Leninismo (M–L), el cual se fue articulando con los aportes de diferentes autores. De este modo existiría un marxismo correspondiente a la propia autoría de Marx, y un M–L o escuela marxista, que incluye principalmente el autor inicial, a Engels, Lenin y otros. En el Nuevo Humanismo se tiene en cuenta a esta ideología como corriente, aun cuando se le pueda analizar detalladamente por autor o por diversas posiciones críticas. (Humanismo marxista, Humanismo filosófico y Antihumanismo).

El M-L es un sistema científicamente fundamentado de conceptos filosóficos, económicos y político-sociales; es la ciencia del conocimiento y de la transformación del mundo, de las leyes del desarrollo de la sociedad, la naturaleza y del pensamiento humano, de las vías para la supresión revolucionaria del régimen de explotación y de la construcción del comunismo, la cosmovisión de la clase obrera y de su vanguardia, los partidos comunistas y obreros.

El marxismo surgió en los años 40 del siglo XIX. Las necesidades de un progreso social que había puesto al desnudo los vicios radicales del régimen capitalista, de todo el sistema de explotación, el despertar del proletariado a las luchas políticas, los grandes descubrimientos en las ciencias naturales y el nivel de las investigaciones históricas y sociales plantearon ante el pensamiento social la tarea de elaborar una teoría nueva, científica, que pudiese responder a las cuestiones suscitadas por la vida. Esta tarea histórica fue cumplida por Marx y Engels, Lenin empezó su actividad científica revolucionaria en la mitad de los siglos XIX y XX, en la época del hundimiento del capitalismo, que había pasado a su ultima fase: el imperialismo, y del surgimiento de la sociedad socialista, defendió el marxismo contra los ataques de sus enemigos y elevo la teoría marxista a un nivel de desarrollo nuevo.

La aparición del M-L es un cambio revolucionario en la historia del pensamiento humano. Es la continuación directa y el desarrollo de los avances del pensamiento social precedente en el terreno de la filosofía, de la economía política y del socialismo. Con el M-L surge por primera vez una doctrina que refleja íntegra y totalmente la realidad objetiva, que ofrece la posibilidad de explicar el mundo y las vías para su transformación: surge por primera vez una ciencia que descubre en el interior de la propia sociedad, la fuerza para realizar dicha transformación radical.

El M-L comprende 3 partes:

  1. La filosofia-el materialismo dialéctico e histórico
  2. La economía política
  3. El comunismo científico

Se puede hablar de la ciencia marxista de la historia, de la doctrina marxista del derecho, de la doctrina de la guerra y la paz, de la estética, de la historia de la literatura, de la pedagogía, etc. Marxista.

En la economía política los fundadores del marxismo concentraron la atención en el análisis de las leyes del desarrollo y el hundimiento de la formación economico-social capitalista; la economía política del socialismo es una rama independiente de la economía política marxista.

En el M-L ocupa un lugar importante la teoría del comunismo científico que pone al descubierto las leyes políticos sociales, y que encarna con el mayor relieve el principio activo contenido en el M-L. Lo principal en el comunismo científico es la teoría sobre la ambición historia de la clase obrera como fuerza llamada a destruir el poder del capital y a encabezar la construcción de una sociedad nueva, la sociedad comunista.

En el M-L es la ideología del proletariado que expresa los intereses vitales de todos los trabajadores. Sus adeptos no se niegan a colaborar, para la defensa de la democracia, de la paz y del progreso social. Como doctrina revolucionaria, el M-L se contrapone al reformista. Si bien reconoce la necesidad de luchar por reformas bajo el capitalismo, el M-L nunca ha renunciado ni renunciara a su programa y táctica revolucionaria.

El Marxismo ha recorrido un largo camino de casi siglo y medio. El primer periodo abarca la formación y crecimiento de la clase obrera en los piases adelantados, la unión incipiente del socialismo científico con el movimiento obrero, la formación y consolidación de los partidos obreros marxistas. El segundo período comienza con la demolición revolucionaria del capitalismo y las transformaciones socialistas. La victoria de la Gran Revolución Socialista de Octubre significa un verdadero triunfo del M-L, que había pasado la prueba histórica decisiva en el fuego de la practica revolucionaria.

Marx en los años 50-60 del siglo XIX centro su actividad teórica en el estudio de la teoría económica, mientras en las obras y cartas de Engels de los años 80-90 ocupa un lugar especial de elaboración de las concepciones filosóficas. Durante la preparación directa de la revolución socialista de Rusia, Lenin presto gran atención a la elaboración de la teoría marxista sobre el Estado, a la teoría de la revolución social proletaria.

Las ideas del M-L se formaron y desarrollaron en el capitalismo, cuando las clases explotadoras dominantes poseían el monopolio de los medios de enseñanza y de la actividad científica. En la actualidad, el M-L es la ideología dominante en la URSS y otros países socialistas.

La aplicación de la teoría M-L en diferentes piases del mundo y su utilización demuestran la certeza y veracidad de sus proposiciones.

El M-L es una teoría de alcance internacional. En incompatible con la prédica del comunismo nacional y con los intentos de inventar un marxismo nacional cualquiera que sea. La difusión del M-L no puede ser aplicada automáticamente a cualquier país; su aplicación requiere una apariencia minuciosa de las particularidades nacionales, históricas, etc., un análisis profundo de la situación concreta.


Karl Marx

lunes, 13 de octubre de 2008

Socrates - Σωκράτης




Sócrates (en griego, Σωκράτης, Sōkrátēs) (470 a. C. - 399 a. C.) fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes tanto de la filosofía occidental como universal y como precursor de Platón y Aristóteles, siendo los tres representantes fundamentales de la filosofía griega.

Biografía

Nació en Atenas, donde vivió durante los dos últimos tercios del siglo V a.C, la época más espléndida en la historia de su ciudad natal, y de toda la antigua Grecia. Fue hijo de Sofronisco – motivo por el que en su juventud se le llamaba "Sōkrátis iōs Sofroniskos" (Sócrates hijo de Sofronisco) –, de profesión cantero, y de Fainarate, comadrona. Emparentados con Arístides el Justo.
Cuando Sócrates nació, su padre recibió del oráculo el consejo de dejar crecer a su hijo a su aire, sin reprimirle sus impulsos.[cita requerida]

Desde muy joven llamó la atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus razonamientos y su facilidad de palabra, además de la fina ironía con la que salpicaba sus tertulias con los ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a quienes les preguntaba sobre su confianza en opiniones populares, aunque muy a menudo él no les ofrecía ninguna enseñanza.[cita requerida]

Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al conocimiento de los que se decían sabios. Él no se consideraba a sí mismo sabio, aun cuando uno de sus mejores amigos, Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le contestó que no había ningún griego más sabio que él (Apología 21a). Comenzó así su búsqueda, preguntando y conversando con aquellas personas a quienes la gente consideraba sabias, pero se dio cuenta de que en realidad creían saber más de lo que realmente sabían. Filósofos, poetas y artistas, todos creían tener un gran conocimiento, pero en cambio Sócrates era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de su propia ignorancia, y este conocimiento lo llevó a tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver el conocimiento real que tenían sobre las cosas. Fingiendo saber menos, conversaba con la gente y luego les hacía notar sus errores; a esto se le denominó «ironía socrática», la cual queda expresada con su célebre frase «Sólo sé que nada sé». Su más grande mérito fue crear la mayéutica, método inductivo que le permitía llevar a sus alumnos a la resolución de los problemas que se planteaban, por medio de hábiles preguntas cuya lógica iluminaba el entendimiento. Según pensaba, el conocimiento y el autodominio habrían de permitir restaurar la relación entre el ser humano y la naturaleza.[cita requerida]

Murió a los 70 años de edad, en el año 399 a. C. aceptando serenamente una condena e ingiriendo cicuta, como método elegido de entre los que un tribunal, que le juzgó, le ofrecía para morir por no reconocer a los dioses atenienses y por, según ellos, corromper a la juventud. Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir. Realmente le juzgaron porque dos de sus discípulos fueron tiranos que atentaron contra Atenas. A su muerte surgen las escuelas socráticas, la Academia Platónica, las menores, dos de moral y dos de dialéctica, que tuvieron en común la búsqueda de la virtud a través del conocimiento de lo bueno.[cita requerida]

La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de allí construir conocimientos más sólidos.

Esto le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de toda la historia; representa la reacción contra el relativismo y subjetivismo sofísticos, y es un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. A la vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del conocimiento, al sostener que la virtud es conocimiento y el vicio ignorancia.

El poder de su oratoria y la facultad de expresarse públicamente eran su fuerte para conseguir la atención de las personas.

Sócrates no escribió ninguna obra porque creía que cada uno debía desarrollar sus propias ideas Conocemos sus ideas porque Platón se basó en ellas para escribir sus diálogos.[cita requerida]


El problema de las fuentes

Además de las tres obras que se conservan nos podemos acercar a socrates por medio de cuatro fuentes:

  1. Los diálogos de Platón como material más importante.
  2. Los escritos de Jenofonte en los que habla de Sócrates, los cuales, no obstante, contienen errores históricos.
  3. La comedia de Aristófanes «Las nubes», que fue escrita cuando Sócrates tenía solamente 41 años, ridiculizándolo y colocándolo en el lugar de los sofistas.
  4. Y finalmente, las menciones de Aristoteles a lo largo de todas sus obras; no lo conoció directamente pero tradicionalmente se considera que su recuento es el más objetivo.[1]


Descripción

Sócrates nació en Atenas el año 470 a. C. y murió en el 399 a. C. Hijo de un escultor y una comadrona, recibió una educación tradicional: literatura, música y gimnasia. Más tarde se familiarizó con la dialéctica y la retórica de los sofistas. Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre; realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron en la entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a. C. Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvió como hoplita con gran valor en las batallas de Potidea en el 432-430 a. C., Delio en el 424 a. C., y Anfípolis en el 422 a. C.

Era de pequeña estatura, vientre prominente, ojos saltones y nariz exageradamente respingona. Su figura era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado el día que le lavó los pies y le puso sandalias (a Sócrates), y Antifón, el sofista, decía que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. Llevaba siempre la misma capa, y era tremendamente austero en cuanto a comida y bebida.

Fue el verdadero iniciador de la filosofía en cuanto que le dio su objetivo primordial de ser la ciencia que busca en el interior del ser humano. El método de Sócrates era dialéctico: después de plantear una proposición analizaba las preguntas y respuestas suscitadas por la misma. Sócrates describió el alma como aquello en virtud de lo cual se nos califica de sabios o de locos, buenos o malos, una combinación de inteligencia y carácter.
Tuvo gran influencia en el pensamiento occidental, a través de la obra de su discípulo Platón.

Creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y, por lo tanto, pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Privilegió un método al cual denominó (probablemente evocando a su madre partera) mayéutica, es decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades.

Fue obediente con las leyes de Atenas, pero evitaba la política. Creía que podría servir mejor a su país dedicándose a la filosofía. No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe con certeza sobre sus enseñanzas se extrae de la obra de Platón, que atribuyó sus propias ideas a su maestro. Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida como ironía socrática, con gran ingenio y agudeza mental.

La base de sus enseñanzas y lo que inculcó, fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo. Creía que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Su lógica hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones generales. En este sentido influyó en sus discípulo Platón y, a través de él, en Aristóteles.

Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes, el fundador de la escuela cínica de filosofía. Sócrates también fue maestro de Aristipo, que fundó la filosofía cirenaica de la experiencia y el placer, de la que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el filósofo griego Epicteto, para el filósofo romano Séneca el Viejo y para el emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para alcanzar una vida superior.


El juicio

Aunque fue un patriota y un hombre de profundas convicciones religiosas, Sócrates sufrió sin embargo la desconfianza de muchos de sus contemporáneos, a los que les disgustaba su actitud hacia el Estado ateniense y la religión establecida. Fue acusado en el 399 a. C. de despreciar a los dioses y corromper la moral de la juventud, alejándola de los principios de la democracia.

La Apología de Platón recoge lo esencial de la defensa de Sócrates en su propio juicio; una valiente reivindicación de toda su vida. Fue condenado a muerte, aunque la sentencia sólo logró una escasa mayoría. Cuando, de acuerdo con la práctica legal de Atenas, Sócrates hizo una réplica irónica a la sentencia de muerte del tribunal proponiendo pagar tan sólo una pequeña multa dado el escaso valor que tenía para el Estado un hombre dotado de una misión filosófica, enfadó tanto al jurado que éste volvió a votar a favor de la pena de muerte por una abultada mayoría. Los amigos de Sócrates planearon su huida de la prisión pero prefirió acatar la ley y murió por ello. Pasó sus últimos días con sus amigos y seguidores, como queda recogido en la obra Fedón de Platón, y durante la noche cumplió su sentencia bebiendo una copa de tósigo preparado con cicuta siguiendo el procedimiento habitual de ejecución "suicida". Según la tradición sus últimas palabras fueron irónicas o acaso más bien sarcásticas: «acuérdate de comprar un gallo para Asclepio».


Pensamiento

Sócrates no escribió nada y, a pesar de haber tenido numerosos seguidores, nunca creó una escuela filosófica. Las llamadas escuelas socráticas fueron iniciativa de sus seguidores. Acerca de su actividad filosófica nos han llegado diversos testimonios, contradictorios entre ellos, como los de Jenofonte, Aristófanes o Platón, que suscitan el llamado problema socrático, es decir la fijación de la auténtica personalidad de Sócrates y del contenido de sus enseñanzas. Si creemos a Jenofonte, a Sócrates le interesaba fundamentalmente la formación de hombres de bien, con lo que su actividad filosófica quedaría reducida a la de un moralista práctico: el interés por las cuestiones lógicas ó metafísicas sería algo completamente ajeno a Sócrates. Poco riguroso se considera el retrato que hace Aristófanes de Sócrates en "Las nubes", donde aparece como un sofista jocoso y burlesco, y que no merece mayor consideración.


El Sócrates platónico

Más problemas plantea la interpretación del Sócrates platónico: ¿Responden las teorías puestas en boca de Sócrates en los diálogos platónicos al personaje histórico, o al pensamiento de Platón? La posición tradicional es que Platón puso en boca de Sócrates sus propias teorías en buena parte de los diálogos llamados de transición y en los de madurez, aceptándose que los diálogos de juventud reproducen el pensamiento socrático. Esta posición se vería apoyada por los comentarios de Aristóteles sobre la relación entre Sócrates y Platón, quien afirma claramente que Sócrates no "separó" las Formas, lo que nos ofrece bastante credibilidad, dado que Aristóteles permaneció veinte años en la Academia.


Doctrina

El rechazo al relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal, que pretendía alcanzar mediante el método inductivo. Probablemente la búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica.

Exponemos aquí los elementos fundamentales del pensamiento socrático.

Los sofistas habían afirmado el relativismo gnoseológico y moral. Sócrates criticará ese relativismo, convencido de que los ejemplos concretos encierran un elemento común respecto al cual esos ejemplos tienen un significado. Si decimos de un acto que es "bueno" será porque tenemos alguna noción de "lo que es" bueno; si no tuviéramos esa noción, ni siquiera podríamos decir que es bueno para nosotros pues, ¿cómo lo sabríamos? Lo mismo ocurre en el caso de la virtud, de la justicia o de cualquier otro concepto moral. Para el relativismo estos conceptos no son susceptibles de una definición universal: son el resultado de una convención, lo que hace que lo justo en una ciudad pueda no serlo en otra. Sócrates, por el contrario, está convencido de que lo justo ha de ser lo mismo en todas las ciudades, y que su definición ha de valer universalmente. La búsqueda de la definición universal se presenta, pues, como la solución del problema moral y la superación del relativismo.

¿Cómo proceder a esa búsqueda? Sócrates desarrolla un método práctico basado en el diálogo, en la conversación, la "dialéctica", en el que a través del razonamiento inductivo se podría esperar alcanzar la definición universal de los términos objeto de investigación. Dicho método constaba de dos fases: la ironía y la mayéutica. En la primera fase el objetivo fundamental es, a través del análisis práctico de definiciones concretas, reconocer nuestra ignorancia, nuestro desconocimiento de la definición que estamos buscando. Sólo reconocida nuestra ignorancia estamos en condiciones de buscar la verdad. La segunda fase consistiría propiamente en la búsqueda de esa verdad, de esa definición universal, ese modelo de referencia para todos nuestros juicios morales incluso a través de la aporía. La dialéctica socrática irá progresando desde definiciones más incompletas o menos adecuadas a definiciones más completas o más adecuadas, hasta alcanzar la definición universal. Lo cierto es que en los diálogos socráticos de Platón no se llega nunca a alcanzar esa definición universal, por lo que es posible que la dialéctica socrática hubiera podido ser vista por algunos como algo irritante, desconcertante o incluso humillante para aquellos cuya ignorancia quedaba de manifiesto, sin llegar realmente a alcanzar esa presunta definición universal que se buscaba.

Esa verdad que se buscaba ¿Era de carácter teórico, pura especulación o era de carácter práctico? Todo parece indicar que la intencionalidad de Sócrates era práctica: descubrir aquel conocimiento que sirviera para vivir, es decir, determinar los verdaderos valores a realizar. En este sentido es llamada la ética socrática "intelectualista": el conocimiento se busca estrictamente como un medio para la acción. De modo que si conociéramos lo "Bueno", no podríamos dejar de actuar conforme a él; la falta de virtud en nuestras acciones será identificada pues con la ignorancia, y la virtud con el saber.


La influencia de Sócrates

Sócrates ejercerá una influencia directa en el pensamiento de Platón, pero también en otros filósofos que, en mayor o menor medida, habían sido discípulos suyos, y que continuarán su pensamiento en direcciones distintas, y aún contrapuestas. Algunos de ellos fundaron escuelas filosóficas conocidas como las "escuelas socráticas menores", como Euclides de Megara (fundador de la Escuela de Megara), Fedón de Elis (Escuela de Elis), el ateniense Antístenes (Escuela cínica, a la que perteneció el conocido Diógenes de Sinope) y Aristipo de Cirene (Escuela cirenaica).